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Sobre la nostalgia y otros lugares

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La nostalgia es un recuerdo vivo de una experiencia desvanecida, es la parte que queda de algo que ya fue, que ya no está. Sin embargo, aunque nos encontramos lejos de ese momento, la instancia o al menos la sensación permanece y las ganas de revivir esas tan presentes alusiones son las que brotan en nosotros, la necesidad del éxtasis, sutil y efímero que entrega una vivencia plasmada en la memoria. Queremos retroceder el tiempo cuando el fondo de nuestro corazón sabe, pero quizás no asume, que nada volverá a ser lo que fue ayer y aún más nostálgicamente, que todas las historias se repiten pero nunca de la misma forma.


Cada vez que vuelvo, siento esta paradójica nostalgia en donde cuesta distinguir la oportunidad de la pérdida, la emoción de la pena. Tal vez debería referir el imaginario y la literatura del retorno para profundizar en esta idea que mezcla el cambio y la permanencia además de los anhelos y desconsuelos, pero, no es lo realmente interesante para esta intención, no al menos de la forma en que lo estoy intentando.


No hay lugar como el hogar. No obstante, no soy de allí ni pertenezco acá. ¿Cuál es el verdadero hogar? ¿Cuál es el puesto que me corresponde para poder decidir a qué aferrarme y sentirme cómodo? No uno solo y no un espacio físico, no por completo. No un hogar verdadero. Por eso mi lugar favorito es volver a cada uno de los sitios que me vieron crecer, por eso el regreso es un espacio privilegiado que guarda mi corazón. Porque finalmente solo lo que está fundido en ti puede ser este tan preciado hogar, más que casas, espacios y rincones. Cosas que solo el amor entiende.


Volver puede ser un dilema, volver o no volver, pero indudablemente cada vez que se vuelve se revive y el estómago cede, finalmente, a la calma que de alguna forma esperaba. La vuelta es como de domingo, tenue y reflexiva pero, al mismo tiempo, tan intensa que se consume sin poder advertirlo en el momento. Llegar ya es respirar otro aire, sentir como la humedad se presenta en tu piel de una u otra forma, como la luz, liviana o abrupta acude al encuentro con un abrazo cálido que es complejo llevar a otros ámbitos, a otros símbolos. Sabes que estás en casa, el silencio lo deja claro cada vez que tiene oportunidad. Los cambios leves en los lugares que alguna vez fueron otra cosa se alzan e inconscientemente reviso todo, todo lo que alcanzo. Las faltas notables también apuran preguntas.


La escena a grosso modo descrita puede parecer, o precisamente, sentirse poco frecuente, muy distanciada en el tiempo, incluso artificial. Sin embargo, este es el interés que abraza mi propósito, hacer evidente que esto sucede todos los días y que tal como una esquina ruidosa o un sillón, es uno de los lugares predilectos para encontrarme. Justamente, que la artificialidad no es un sinónimo de ilegitimidad, muy por el contrario, es más una denominación de creación, y a toda luz arbitraria, así como la mayoría de nuestra historia es arbitraria, porque hemos elegido determinarnos, bien quizás, no en términos completos, si en un principio absoluto pues preferimos determinar que no estar determinados. Y extiendo este comentario porque la racionalidad e intención de un propósito o una acción es artificial aunque natural en un sistema mayor, lo que de cierta forma, abre estas posibilidades pues estoy condenado a decidir y he decidido, que mi lugar, no es un lugar, no uno tradicional.


Hablar del regreso a un espacio común, natal, pone en evidencia de forma más clara esta experiencia, pero lo relevante es el estudio de estas incursiones en medio de micro situaciones y espacios temporales cotidianos. La exposición de estas experiencias tempranas y tardías, ligeras y pesadas, fugaces pero no por eso menos trascendentes y el efecto que tiene en nosotros mismos contemplar de esta manera ciertos sucesos, es lo verdaderamente arbitrario de esto.


Volver a encontrar el amor, para quien cree que el amor es un tesoro que se esconde, podría llegar a ser equivalente a volver a casa cada tarde, a caminar desde la entrada las cuadras que sean necesarias o a perderse en lo inmensa que se vuelve una ventana del transporte público día tras día, año tras año, vida tras vida. ¿Puedo sentir que este regreso es equivalente a aquel retorno? En efecto, porque lo único permanente es el cambio, porque ya no somos ni los mismos de antes ni los que seremos en un después próximo. Y la clave para que esto no se transforme en un capricho arbitrario es dejar ver el concepto de intensidad. Pues la vida es una sola en este preciso momento y puede ser intensa o superflua, lo importante es que al final no se haya esfumado. Sea cual sea su carácter; es la intensidad la que nos permite impregnarnos con ella; sin confundir intensidad con fuerza o arrebato sino más bien encontrándola como pasión, entusiasmo, magnitud. La magnitud de nosotros mismos.


Cada vez que salgo de mi casa una serie de confrontaciones se entregan a mí, ¿Qué va a pasar hoy? ¿Cómo puedo yo influir en ello? Pero tras un instante comprendo que ese no es el punto, al menos no del que puedo sacar provecho y vuelvo a enfocarme en la llave que lentamente entra en la cerradura para sacar el seguro que la noche anterior quedo puesto y nos dio guarda, hoy la puerta está empapada, hay rocío, hace frío, siento un río, me río y al igual que las palabras lo intentan, conecto y tránsito, presente, vago intensamente en el transcurso, y es muy parecido a lo que alguna vez Borges refirió como eternidad en uno de sus pasajes, donde un hombre toca una guitarra, cada estímulo es profundo, inmenso y cada aspecto cobra relevancia y así, cada paso que doy me deja detrás, como una imagen grabada que después en algún tiempo alguien recordará o encontrará. Tomo consciencia de cómo el aire entra y recorre mi cuerpo, de cómo se mueve la ciudad, cómo cada persona evita toparse con alguien porque sus preocupaciones son mayores, porque vagamos como fantasmas que no quieren ser encontrados, justamente, porque no estamos, no aquí y quién sabe dónde pero de seguro no aquí la mayoría del tiempo. Cuando vuelvo es parecido,


quién soy hoy, quién dejé de ser, qué trae eso consigo, qué es lo que estoy creando, qué es lo que estoy haciendo con mi vida. Es cuando entiendo y recuerdo que debo ocuparme, en vez de preocuparme.


B.



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